“La nada anonadada…”
Ese apego exclusivo
que sentía dentro de mí,
que me iba a torturar
cada vez más,
hasta aniquilarme,
para él no obedecía
absolutamente a nada,
no tenía ninguna justificación,
ninguna razón de ser:
nuestras carnes eran distintas,
no podíamos experimentar
ni los mismos sufrimientos
ni los mismos placeres,
éramos,
obviamente,
seres separados.
Últimos Comentaríos